Para la Iglesia, el aborto es símbolo y trinchera que no permite una segunda ojeada: la estridencia de sus condenas y el juego de la fe, vela las referencias a su carácter de salud pública. Al respecto, dialogamos con Susana Lerner, investigadora de El Colegio de México, quien ha publicado un análisis sobre la discusión en torno al aborto en la región entre 1990 y 2005. El trabajo titulado “El aborto en América Latina y el Caribe” se realizó en el marco del programa de actividades del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPED, París), denominado “El aborto provocado: comparaciones internacionales”, coordinado por la investigadora francesa Agnès Guillaume.
Según Lerner, pese a los avances legales en algunos países para despenalizar el aborto, aún pesan más las convicciones morales o religiosas de los encargados de aplicar la ley, lo que genera casos como el de Paulina en México, o el de Rosa en Nicaragua, donde se negó el derecho a abortar pese a estar contemplado en las leyes de los países respectivos.
¿Cuáles son las particularidades de la región de Latinoamérica y el Caribe en torno a la problemática del aborto?
Las legislaciones de la mayoría de los países latinoamericanos tienen su origen en los países que los colonizaron, altamente conservadores. Por otro lado, prácticamente todos los países de la región son católicos, donde la fuerza de la Iglesia es muy importante. En países como los centroamericanos la influencia de la Iglesia es mucho mayor.
En algunas naciones ya se ha iniciado con mayor fuerza un proceso de democratización, de ciudadanía. En ese contexto se insertan los movimientos de mujeres que pugnan por su derecho sobre su reproducción, los cuales han estado influyendo en las instancias legislativas, como en el caso de México.
En América Latina, ocho países permiten el aborto sin ninguna restricción, entre ellos Cuba, Puerto Rico y Barbados; además están las islas que fueron territorios franceses. En contraste, hay países donde el aborto no se permite bajo ninguna circunstancia, a pesar de que el procedimiento allí se practique ampliamente. Mi conclusión es que las leyes restrictivas no impiden sino que, por el contrario, fomentan la práctica clandestina.
¿En qué difieren las consecuencias para una mujer que se somete a un aborto clandestino y una que lo hace legalmente?
Los registros y la información con que contamos son muy parciales, hay que tener muy en cuenta que no son cifras exactas. Hay un subregistro muy grande tanto en las encuestas como en las nóminas hospitalarias, pues no todas las mujeres acuden a los hospitales por abortos o los declaran, ya que están en un contexto cultural, social, moral y familiar altamente conservador, que estigmatiza y sanciona a aquellas que se realizan un aborto.
Sin embargo, al mirar las estadísticas de morbilidad y mortalidad materna, en Cuba por ejemplo, donde el aborto es legal, la tasa de mortalidad por esta causa está en los niveles de países como Francia, a diferencia de otros países en los que es ilegal y donde el aborto llega a ser la primera o segunda causa de mortalidad materna.
¿Cuál es la relación entre aborto y planificación familiar?
Si bien existe una relación muy estrecha, el aborto de ninguna manera, para ninguna mujer, representa un método de planificación familiar. El problema es que en ausencia de programas de planificación familiar, en los casos de falla de métodos, o frente a la gama tan reducida de métodos que a veces se ofrece, las mujeres quedan embarazadas y acuden al aborto. Sin embargo, de ninguna manera es una sustitución de los métodos anticonceptivos.
La mayor incidencia de abortos se da en las mujeres más jóvenes. En las adolescentes es un problema muy serio debido a la falta de acceso a los programas de planificación familiar y también por la ausencia de una conducta preventiva que debiera implementarse en las escuelas y en campañas de concientización hacia la población.
¿Cuáles son los principales obstáculos en la región para flexibilizar las legislaciones en materia de aborto?
Las fuerzas sociales que se oponen a ello, como la Iglesia Católica y los grupos de derecha, que todavía quieren controlar la vida de las mujeres.
Otro de los problemas es la interpretación de las leyes. Por ejemplo, en Uruguay el aborto se considera ilegal pero hay atenuantes como las condiciones económicas adversas. Entonces hay una gran diferencia entre la legislación y la práctica del aborto. Uno de los puntos sobre los que hay que trabajar es la regulación de las leyes para que no sean leyes en desuso. A chicas que han sido violadas y quedan embarazadas se les suele solicitar la autorización de un médico, del padre, del compañero, y esos trámites burocráticos retrasan el procedimiento hasta llevarlo más allá de las 12 semanas en que se permite el aborto.
¿Cuál es la interacción de los hombres en esta problemática?
Lo que indican las investigaciones es que la participación de los varones está condicionada por contextos culturales, religiosos y morales, pero sobre todo por los roles que le han sido asignados al varón. Lo que se observa en el caso de la sexualidad es que juegan este papel a partir de la dominación, siendo ellos los que deciden cuándo y cómo tener relaciones sexuales. En el caso de la reproducción, por el contrario, generalmente los varones dicen que la regulación de la fecundidad es una decisión de la mujer, que es ella la responsable de cuidarse.
Específicamente respecto al aborto, lo que se observa es que la postura de los hombres varía mucho en función del tipo de relación con la mujer. En caso de relaciones legales o de relaciones de noviazgo donde hay lazos emotivos fuertes, sí hay responsabilidad mutua y el varón participa, por más que a final de cuentas la decisión de abortar sea considerada propia de la mujer.
En cambio, en el caso de relaciones no formales, extra conyugales o preconyugales, los hombres generalmente se desentienden, son indiferentes ante un embarazo no deseado. También tiene que ver con la trayectoria de los hombres, por ejemplo, en su primera relación se desentienden, pero en la segunda o tercera relación van adquiriendo conciencia de la problemática.
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