Recién iniciado el año escolar, en México se originó una discusión sobre los contenidos del libro de biología de educación secundaria, ya que las más fuertes organizaciones conservadoras de inspiración católica se oponen a que se hable sobre masturbación, homosexualidad y la píldora anticonceptiva de emergencia a adolescentes de 12 años.
En este marco, el sexólogo Juan Luis Álvarez-Gayou, de amplia trayectoria al frente del Instituto Mexicano de Sexología, publica su libro Educación de la sexualidad: ¿en la casa o en la escuela? El especialista propone como base de la educación sexual la tarea de eliminar los estereotipos de género. Es en estos paradigmas que se gesta la violencia intrafamiliar y la discriminación de las mujeres. Para acabar con ello es necesario educar a los que educan: las y los profesores.
¿Por qué, si el tema de la educación sexual comenzó a debatirse por primera vez en América Latina en 1930, sigue causando tanta polémica?
Creo que el tema crea una falsa polémica que tiene que ver con la voz de grupos ultraconservadores que, aun siendo minoritarios, tienen una voz muy fuerte. Esta ultraderecha ha tenido como rehén a gobiernos que les tienen miedo y no quieren problemas con la Iglesia ni con grupos conservadores que, además, coincidentemente, están emparentados con grupos de gran poder económico.
En México, los gobiernos han tenido tímidos avances, como la promoción del uso del condón para prevenir el VIH/sida o la instalación de temas de sexualidad en quinto año de educación primaria. No obstante, los temas que aparecen en los libros de texto no se apartan mucho de lo biológico, motivo por el que no resuelven nada. No se trata de meter más contenidos en los libros, se trata de educar en actitudes.
Por esa razón en este libro propongo que la educación de la sexualidad se imparta desde el preescolar, entendiéndola de un modo integral, como aquella educación que no sólo da información sino que también genera actitudes adecuadas y valores. Esto no significa hablar con los niños de preescolar de coito, de orgasmo o de masturbación, sino ir adecuando los textos para cada grupo de edad.
Con la aparente división que existe actualmente en América Latina entre izquierdas y derechas, ¿podríamos prever dónde prosperarán los avances en materia de educación sexual?
Podríamos pensar que la izquierda fuera más liberal en materia de sexualidad, pero la sorpresa que muchos nos hemos llevado es que las izquierdas a veces son tanto o más conservadoras en temas de sexualidad que la derecha. Pienso que el tema de la sexualidad trasciende todo lo que son las ideologías de izquierda y derecha.
Creo que este tema no tiene tanto que ver con cuestión de izquierdas o derechas, sino con una visión de genuina preocupación por los problemas sociales y de salud que conlleva la falta de educación de la sexualidad.
Sé por ejemplo que en Costa Rica y Guatemala el tema está muy trabado, pero creo que en México podemos cambiar las cosas y espero que para bien.
¿Cuál es la situación de Latinoamérica frente al nuevo intento de la Iglesia Católica de influir mundialmente silenciando estas temáticas?
Creo que es difícil pensar a la Iglesia Católica como un solo bloque. Una cosa son las jerarquías y otra quiénes están trabajando desde la trinchera. En ese sentido, creo que la jerarquía está adquiriendo fuerza, pero también está muy golpeada por todas las acusaciones de abusos sexuales de sacerdotes.
Yo no creo que la Iglesia vaya a estar en contra de esta iniciativa. De hecho cuando el año pasado se tocó el tema de educación sexual, el vocero de la Conferencia del Episcopado Mexicano dijo que estaban de acuerdo con que se diera educación de la sexualidad y lo que les preocupaba era quién la impartiría. A final de cuentas es la misma preocupación que tenemos nosotros, porque la educación de la sexualidad, cuando es profesional, propicia el desarrollo de cuatro valores: respeto, responsabilidad, tolerancia y amor. Yo quiero saber qué credo religioso está en contra de estos cuatro valores.
¿Cómo romper la inercia de los estereotipos de género en las escuelas?
En mi libro propongo una visión anestereotípica de los géneros donde se estipula que desde el preescolar los y las docentes vean las potencialidades que tienen niños y niñas independientemente de que se apeguen o no a los estereotipos de género.
Hombres y mujeres no somos tan diferentes, tenemos diferencias muy puntuales que podemos contar con los dedos de una mano. Son los estereotipos sociales que nos han impuesto los que hacen que nos sintamos tan diferentes unos de otras. Si se empieza a educar a niños y niñas de preescolar lo más libre de estos estereotipos posible, cuando crezcan van a ser diferentes, lo que originará la posibilidad de un cambio social.
La educación ambiental, por ejemplo, no empezó en la casa sino en las escuelas. Ahora todas las casas tienen uno o dos inspectores ambientales que les dicen a sus padres que separen la basura y no desperdicien el agua porque la escuela los educó. Cuando esos niños sean adultos no van a hacer lo que hace hoy su papá o su mamá. Lo mismo puede suceder con el tema de género.